Parcial y subjetivo | Esa pequeña zona del mundo

09/11/2012 - 12:01 am

No cabe duda de que el ambiente en que se vive contribuye a moldear a la persona. El contexto es un elemento fundamental a la hora de querer agrupar a sus habitantes. La homogeneidad de una población puede obedecer a todo el bagaje cultural que ha permeado a lo largo de generaciones. También las grandes disputas, los disensos, incluso las rencillas llevadas al extremo de las guerras. Entender a cabalidad cómo influye el lugar geográfico en los seres humanos es materia de la psicología, la demografía y muchas disciplinas auxiliares. Sin embargo, la literatura puede aportar buenas ideas.

La península balcánica abarca once países, en su totalidad o en parte. Si se comparan unos con otros es fácil encontrar diferencias significativas que van de lo religioso a lo económico. De hecho, su historia reciente ha estado llena de violencia, de separaciones, de guerras. Hoy en día “balcanizar” significa separar, de manera violenta y, en ocasiones, artificial territorios de un mismo país. Así pues, uno podría esperar novelas cargadas de sangre, de víctimas, de sufrimiento y dolor. Nada más alejado de la realidad.

Me he tomado la licencia de agrupar a los siguientes autores pese a pertenecer a diferentes países sólo porque comparten un área común. Sin embargo, no es la única razón para enlistarlos juntos. Existen suficientes puntos de contacto entre ellos como para considerarlos parte de tradiciones similares. La eficiencia de su prosa, es un ejemplo simple. Una particular manera de manejar la sensibilidad, es algo más complejo, más tangible y, pese a ello, más incomprensible. Quizá la literatura ayude a encontrar la clave de todo el dolor que ha asolado la zona: tal vez sea tiempo de aprovechar esa sensibilidad que los vuelve tan humanos y dejar de lado los conflictos.

La mano de la buena fortuna

Se lee para escuchar historias, para adentrarse a ellas. En un nivel superior, se lee para ser conmovido, para experimentar sentimientos únicos, de ésos que no están destinados para nosotros. Goran Petrović es un experto a la hora de llevarnos al límite de lo humano. Su prosa es capaz de mostrarnos lo más sublime y lo más triste. A cambio exige sólo un requisito: que seamos capaces de dejar volar nuestra imaginación hasta cualquier parte. Él sabrá conducirla, por medio de una prosa compleja, multifacética y lírica, hasta parajes inesperados. En ellos podremos ser testigos del más sutil de los sonidos, del borde de lo intangible, de la forma en que se crea el mundo para compartirlo con la mujer amada. Leer a Petrović es dejarse seducir en cada una de sus páginas que, aunque exigentes, saben pagar dividendos como pocas.

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La boca llena de tierra

Lo cotidiano es el mejor pretexto para escribir una novela. A fin de cuentas, es algo con lo que cualquiera se puede identificar. De ahí que cuando escuchamos temas como enfermedad, muerte, tristeza o desamor sabemos sumarnos a la causa de los protagonistas. Lo que nos diferenciará de ellos no es el padecimiento en turno sino la forma en que afrontaremos su existencia. Branimir Sćepanović parte de ideas simples y deja a sus personajes actuar con libertad. Entonces las consecuencias se van conformando como un mundo aparte que también es habitado por personajes excéntricos, salidos del molde. Para completar el cuadro, Sćepanović ofrece una gran destreza técnica a la hora de narrar. En ocasiones, resulta inaudito el nivel que alcanzan sus narradores y, cuando la sorpresa ya es mayúscula, sus finales son tan devastadores que no dejan nada en pie.

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Diccionario Jázaro

Fuera de las corrientes y los ismos, Milorad Pavić es, probablemente, uno de los escritores más innovadores del último siglo. Sin embargo, esto no debe ser entendido como si se hablara de alguien ocupado en literatura experimental. Al contrario, pese a las formas únicas que ofrece en sus novelas, consigue que el lector se aproxime a los personajes de una manera inusual. Quizá se deba a la elección de las palabras o a la calidad de las historias que cuenta. Tal vez obedezca a que sus obras rezuman el divertimento que le implicó escribirlas o la seriedad que subyace en ellas. Probablemente esté relacionado con lo mucho que se aprende con sus libros o con el nivel de introspección que alcanzan sus personajes. Lo cierto es que leer a Pavić significa aventurarse a un mundo nuevo, en donde todas las reglas han cambiado sólo para demostrarnos que, a la larga, los personajes que conocemos siguen siendo el sustento de la narrativa.

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Abril quebrado

La prosa es sobria, pulcra. No ofrece simulacros de ningún tipo. Ya sea que se ocupe de temas albaneses tradicionales como la venganza heredada entre familias o que pinte un panorama desolador para un protagonista derrotado, las palabras sólo dan cuenta de lo necesario. Acercarse a Ismail Kadaré es abrir una puerta en el tiempo para toparse de frente con personajes únicos, fraguados en el molde de la propia desgracia. La misma que saben afrontar para salir adelante, para ver al mundo como lo mira quien sabe que el destino tiene algo de terco y otro tanto de grotesco. No por nada la vida depende de circunstancias que se nos escapan de las manos. Además, las historias que cuentan son originales desde casi cualquier perspectiva. Eso valida rescatar de los anaqueles olvidados de las librerías a este autor que, sin duda alguna, merece mejor suerte de la que ha tenido. Tal vez, en eso, se asemeje un poco a sus personajes; aunque la compasión nunca debe rozarlos.

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Cómo el soldado repara el gramófono

La guerra es un tema inevitable para quienes habitaron la que alguna vez fue Yugoslavia. Sin embargo, no es necesario narrarla a partir de cada una de sus batallas, de cada uno de sus muertos. Sobre todo, si se ha tenido oportunidad de huir. Narrar desde el exilio implica echar a andar la imaginación. Construir un mundo destruido con tal de no olvidarlo. Los horrores se suman, entonces, a lo cotidiano que, desde cierta perspectiva, también resulta ominoso. Porque la guerra deja secuelas, daños que no se pueden reparar en forma alguna. Así pues, la visión de Sasa Stanisić, joven autor, sirve para condenar pero también para mostrar cómo la imaginación es el artífice necesario para salir adelante; para recordar al tiempo que se mira con nostalgia hacia el pasado, a lo que nunca más será.

Como puede verse, basta una pequeña península para contener todo el drama humano. Los escritores balcánicos lo saben y, por eso, han sabido incluir a la magia dentro de la catástrofe. No es que sea un escape, es que se vuelve necesaria a la hora de conjurar a los demonios, a la hora de decidir que la vida bien vale la pena. Si uno ha logrado sobrevivir a la guerra, entonces ve el mundo con una nueva óptica. Y ése es el mayor regalo que se le puede hacer a un lector.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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